Su amistad con Rafael Barradas fue esencial para redescubrir la ciudad vibrante, la vida moderna y su gente. En 1920 Torres García parte a New York, donde el impacto de la ciudad y su dinámica es muy clara en su temática y paleta. Sigue desarrollando sus juguetes de madera AladdinToys, pequeñas obras móviles, donde el espectador participaba activamente.
En 1922 se embarca con su familia y sus obras a Italia, Livorno. Allí continúa su interpretación de la ciudad al estilo de New York. Luego de una breve estadía, llega al sur de Francia, donde retoma los frescos neoclásicos. Estas figurasneoclásicas luego se irán “africanizando” poco a poco.
En 1926 Torres llega a París y entra en una fase más experimental pasando por varias etapas, abstractas, fauvistas o cubistas, mientras va madurando y desarrollando, su propia teoría del arte. En 1930 aparece el primer número de Cercle et Carré, donde Torres redacta su Manifiesto, VouloirConstruire. A partir de allí su obra Constructivista se va poblando de signos universales, sintetizando símbolos de otras culturas y letras, que se insertan dentro de unas celdillas de estructuras geométricas medidas, que nacen a partir del espiral. En algunas obras aparecen planos de color de fondo, posiblemente inspirado en los vitrales que diseñó en 1904 para la Sagrada Familia de Gaudí. París era el centro de las artes por excelencia, por allí pasaba todo. Torres formó parte del grupo Constructivista y tuvo un fuerte vínculo con Arp, Le Corbusier, Theo Van Doesburg, Léger, Vantongerloo, Kandinsky, Klee, entre otros, con quienes expuso conjuntamente.
Los constructivos de Torres eran muy distintos a los de los constructivistas holandeses, que preferían las superficies de colores puros y planos, separadas por líneas casi perfectas. A su llegada a París, Torres frecuentó el Museo del Hombre, relacionándose profundamente con las artes primitivas, africanas y precolombinas. Para Torres la obra no tenía que ser “pura”, tenía que tener materia, historia, grafismos e incisiones.
En 1934, luego de una breve parada en Madrid, corrido por las consecuencias de la Crisis del 29 y los tambores de guerra que sonaban en Europa, Torres decide volver a Montevideo. Un viaje largamente meditado, dado que tenían junto a Rafael Barradas y Pedro Figari la idea de crear un gran taller en América, la Escuela del Sur. Tras 43 años de ausencia, Torres es recibido en el puerto de Montevideo como un héroe.
En este período Torres se centra en la transmisión de las ideas y de sus principios plásticos. Dicta 500 conferencias radiales, edita varios libros y revistas y realiza varias muestras en Montevideo y Buenos Aires. Funda el Taller Torres García, TTG, la Asociación de Arte Constructivo, AAC y La Escuela del Sur.
El arte precolombino, Nazca o Tiahuanaco, así como la imponente arquitectura de Machu Picchu, impactaron fuertemente en Torres. Ejemplo claro es el Monumento Cósmico en Montevideo, 1937. Pasa del color grisáceo de la piedra, a los ocres y luego a los emblemáticos colores primarios: rojo, azul y amarillo. Así como en París en la década del 30 los grafismos de Torres se convirtieron en Icónicos, en el periodo Americano (ya en Montevideo) los constructivos en colores primarios, constituyen parte del ADN de la pintura moderna del Río de la Plata y su influencia en el resto de América, por acción o reacción. Con los colores primarios y con sus signos realiza los Murales del Hospital Saint Bois, junto a sus principales alumnos, Fonseca, Matto, Gurvich, Alpuy, Augusto Torres y Horacio Torres entre otros.