La metafísica del espacio
Mario Arroyo
El conjunto de la obra de Mario Arroyo
(1927- 1995) traza un vínculo íntimo y sugerente
con la cultura urbana rioplatense.
Elige un tramo epocal, el de las décadas
de los años treinta y cuarenta, por el que
genera el discurrir de un gran friso de historias
nocturnas.
Noche-Misterio-Tango:
Con la ciudad como escenario acaso onettiano, a través de obras pintadas con grises y sepias coloreados- y solo después de lentos y rigurosos dibujos- desfilan hombres, mujeres, objetos. Todos deambulan, bailan, mueren, juegan, matan, flotan, inmersos en climas de misterio y nocturnidad.
Con la ciudad como escenario acaso onettiano, a través de obras pintadas con grises y sepias coloreados- y solo después de lentos y rigurosos dibujos- desfilan hombres, mujeres, objetos. Todos deambulan, bailan, mueren, juegan, matan, flotan, inmersos en climas de misterio y nocturnidad.
Ambas palabras, reiteradas por el propio artista, son elevadas a conceptos nodulares de su universo artístico. Así también el tango. El artista pretende que el observador de su pintura sienta el tango.
Este se manifiesta a través de parejas que 6 lo bailan, orquestas que lo interpretan, piernas, trajes, gachos, tacones, medias con porta ligas… vestimenta y seducción.
El tango, a través de Arroyo es concebido como tanguez, un estado cultural ampliado que rebasa la ejecución de música y su baile. Según su propia mirada, configura un estado siempre latente en el conjunto de su obra. Esta dimensión, con cierta asociación metafísica de sus espacios y sus climas, sugiere cierta detención del
instante y extrañeza -misterio- que Arroyo traslada siempre a volúmenes netos y objetos reconocibles con resonancias.