Pedro Figari
Memorias de un Modernista Americano
Memorias de un Modernista Americano
Jorge Castillo
Cuando Pedro Figari se instaló en Buenos Aires en 1921 a los sesenta años, llevaba consigo una obra muy distinta a la manera italiana de estilo finisecular que había practicado en su etapa de formación. En ella se destaca una serie de pinturas a las que denomina “piedras expresivas” que comenzó luego de la crisis que le provocara el rechazo de sus propuestas para la formación artística en la Escuela Industrial de Montevideo.
Procura entonces un abordaje
romántico de la realidad afín al simbolismo y al expresionismo, creando un imaginario mundo primitivo distante de las mitologías tradicionales. Se trata
de pintura-pintura de materia densa y paleta predominantemente azul-plata. No hay apoyos naturalistas ni anécdotas. Los títulos que impone Figari a estas obras son sugerentes del animismo con que carga ese estado primario de visiones introspectivas: ‘Lucha por la vida’, ‘Superstición’, ‘Sumisión’, ‘Investigación’, que refleja un peculiar sentimiento panteísta. “Mi pintura no es
una manera de hacer pintura sino un modo de ver, de pensar, de sentir. Me sorprende que haya podido pintar sensaciones –no cosas– aun antes de haberme equipado pictóricamente”. No es de extrañar entonces que esta obra hermética quedara en sus comienzos particularmente postergada en la consideración pública.
Samuel Oliver dice que en esos años, que podemos situar entre 1917 y 1920, la pintura de Figari se enfrentaba a una incertidumbre: “Perseguía una forma que no encontraba un estilo”3. A esas formas líticas bañadas en luz lunar o piedras expresivas, le seguirá la temática primitiva de los Trogloditas, que se constituye en una suerte de crónica fundacional americana.
El pintor desarrolló desde entonces uno de los procedimientos más peculiares: el de la serie, en que los cuadros se suceden en una continuidad temática temporal. Así, las pampas con altos cielos, los bailes criollos a cielo abierto, los candombes en los patios de conventillos… El procedimiento compositivo, basado en su dibujo deliberadamente des formulado es apto para expresar todo ese mundo primitivo al que sería imposible acceder con el acartonado dibujo académico. Como Monet, prefiere más el boceto que el cuadro acabado. Y ese abocetamiento se vuelve esencial en su forma de expresarse.