Torres García
Un Universo Vanguardista
Un arcaico en la modernidad
En 1913, en algunos textos reunidos bajo el título “Notas sobre Arte”, Joaquín Torres García dice:
“Ha de pasar el artista bohemio, el artista romántico, el artista instintivo, en fin, el artista prosaico o inculto, para dar lugar al artista-filósofo. […]”.
Ya entonces se estaba anticipando a lo que sería su propio perfil como artista comprometido con un pensamiento filosófico que, en su caso, fue tan denso y proficuo como, por momentos, contradictorio. En efecto, hay ciertas instancias en que sus ideas parecen ir por delante de la pintura y otras en que parecen ir a la zaga, debiendo Torres actualizarlas al ritmo de una producción de obra que no admitía existir sin un sustento teórico. Esta doble condición de artista prolífico y de permanente teorizador obliga a tener en cuenta esa oscilación a la hora del análisis.
Torres García merodeó, conoció e incluso habitó el núcleo de las vanguardias europeas (sobre todo en París entre 1926 y 1932), pero no parece haber compartido cabalmente sus postulados; actuó como un observador participante en tanto fue un disidente descreído del progreso y del rumbo de la modernidad. Por eso Torres más que Un Moderno en la Arcadia (como se tituló la gran retrospectiva realizada en el MOMA en 2016), fue Un Arcaico en la Modernidad. Para decirlo heideggerianamente, fue un arcaico arrojado a la modernidad; obligado a un combate a veces decidido, otras veces vacilante, casi siempre contradictorio, pero en esencia un combate existencial contra la cultura de lo material y de lo efímero predominante en el mundo moderno. En un texto fechado en Barcelona en 1916, ya puede leerse este párrafo: “Siempre he sido refractario a lo moderno, y sobre todo a lo que llaman progreso, representado especialmente por artefactos más o menos ingeniosos y útiles, por el sport, por los estudios de sociología, y, como dijo Juan Valera por las máquinas de coser”.
Treinta y tres años después, pocos meses antes de morir, escribió: “Si quisiéramos ponernos en el siglo en que estamos, deberíamos ponernos en los colores industriales y no en los tonos de la tradición […]. Por muchos años, este dilema me ha atormentado, y por esto, con frecuencia me he volcado de uno a otro lado. Pero esto debe terminar. Ese fantasma de lo moderno, que tanto me ha hecho vacilar, […] al fin hoy quiero liquidarlo para siempre”.
Gabriel Peluffo Linari
Extracto del libro Torres García: Un universo vanguardista